viernes, 14 de junio de 2013

Situación de Europa después de la Segunda Guerra Mundial

Tras el fin de la segunda guerra mundial, los dos únicos claros ganadores eran la Unión Soviética y los Estados Unidos.Europa quedó devastada tras esta guerra, perdiendo no sólo importante infraestructura, sino muchas vidas humanas, lo que la llevaría a experimentar un retroceso gigantesco, en materia económica, industrial, agrícola y política, llegando a perder la mayoría de sus colonias. El bienestar de Europa pasó a ser un interés de las dos principales potencias a Estados Unidos le preocupaba tener un socio comercial creó programas de ayuda económica, a la Unión Soviética le importaba que Europa no cayera en manos de Estados Unidos e intentó ejercer influencia a través de los partidos comunistas.

A Europa se le presentaba una nueva oportunidad, la cual era servir como un agente de equilibrio entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, para ello la unificación debía empezar a contruirse con el fin de obtener más fuerza. Pero mientras esto ocurría, Estados Unidos temía que la Unión Soviética tuviera un ánimo expansionista sobre Europa, y contrariamente, la URSS temía un expansionismo capitalista estadounidense. Para 1946, había surgido finalmente “un telón de acero” entre el Este y el Oeste.


Tras el fracasó de la unificación europea, surgió la idea de un bloque occidental, que adquirió más fuerza con la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949. En 1953, tras la muerte de Stalin, la política exterior de la URSS cambió, y pasó de ser una política “anti occidental” a una de “coexistencia pacífica” entre el Este y el Oeste.


Finalmente, en la década de los 50, con el florecimiento económico, Europa logró consolidarse en dos bloques, uno occidental, alineado alrededor de la OTAN, y otro bloque oriental, alineado alrededor del Pacto de Varsovia.


lunes, 10 de junio de 2013

Unity Mitford

      Nacida el 8 de agosto de 1914 en el seno de una importante familia londinense, Unity Mitford creció en una Europa con olor a putrefacción en la posguerra y comenzó a incorporar por propias convicciones el ideario nacionalsocialista que llegaba tan potente desde la lastimada Alemania, cada día más simpatizante de las radicalizadas e inmorales ideas del partido nazi.
Unity Mitford se convirtió rápidamente en una locuaz y extrovertida vocera de las ideas propugnadas por Adolf Hitler y, como si fuera poco, era hermana de Diana, quien (casualmente) estaba casada con Oswald Mosley, el líder de la Unión Británica Fascista y fiel defensor del programa nazi. Sin embargo había otro parentesco muy sugestivo: Unity era prima de una tal Clementine Hozier, esposa de Winston Churchill...
Con apenas 19 años de edad (en 1933) por invitación de Winifred Wagner, viaja a Alemania y las vueltas del destino quieren (y ella también) que asista a una multitudinaria reunión en la que su admirado Adolf Hitler era el principal orador.

Los encuentros con Hitler nada tenían que ver con el amor físico, sino que se enmarcaba más en un amor platónico del que ambos disfrutaban, cosa que ha quedado demostrado a través de la nutrida correspondencia que se cruzaban. La diferencia de edad jugaba un papel nada importante en esa relación ya que por aquellos años, era habitual que hombres grandes contrajeran matrimonio con mujeres mucho menores. Hitler llamaba a Unity "mi pequeña" y en sus cartas le contaba el placer que le daba recibir noticias suyas.

Esta mujer llegó a ser reconocida en el círculo íntimo de Hitler (al cual perteneció desde el principio de su llegada a Alemania) como "más nazi que los nazis" y tal es así que se sabe que en una oportunidad cuando Unity saludó al Cónsul General Británico en Munich levantando su brazo derecho, éste le retiró inmediatamente el pasaporte británico. Corría el año 1936... y después de todo ese "rechazo oficial inglés" era algo que "quedaba bien" desde el ambivalente pensamiento británico sobre las ideas de Hitler que tanto "habían prendido" en la isla británica...
La "fiesta" nazi y el desestructurado estilo de vida para Unity Mitford siguieron viento en popa hasta que en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Bajo determinadas circunstancias y vaya uno a saber por pedido de quién, la aristócrata británica fue "invitada a dejar Alemania" cuando Gran Bretaña le declaró la guerra a la Alemania nazi, por lo cual Unity redactó una fogosa carta de despedida a Hitler y tomó la determinación de dispararse un tiro en la cabeza mientras recorría el "Englischen Garten" (Jardín Inglés) en la ciudad de Munich. Dicen algunos que la depresión por no poder seguir al lado de su "amado" Führer habría sido el factor determinante para aquella extrema decisión...

Archivo desclasificado del FBI: Adolf Hitler en Argentina

Unos documentos desclasificados pertenecientes al Federal Bureau of Investigation (FBI). Como se verá, los mismos tras ser desclasificados, han sido "censurados" como suele suceder con este tipo de información (hay cosas que nunca se terminan de revelar), pero sin embargo tienen una importancia y un valor realmente incalculables por algunos detalles, a saber: Se trata de un documento fechado el 21 de Septiembre de 1945, destinado a Edgar Hoover (legendario jefe del FBI) y habla sobre la vida de Adolf Hitler en Argentina. Un "pequeño" detalle para tener en cuenta: Hitler, según la historia "oficial" (auspiciada, escrita y difundida por los norteamericanos) se había suicidado en el bunker de Berlín el 30 de Abril de 1945... 5 meses antes de haberse fechado este documento.

Para el mundo entero Hitler estaba oficialmente muerto. Para el poder norteamericano, no.




La tumba de Adolf Hittler

El joven empleado del cementerio judío Filantropía, ubicado en la ciudad de Bucarest, en Rumania, no daba crédito a lo que veían sus incrédulos ojos. Trató de frotárselos para ver si podía remover de sus retinas la imagen, pero no hubo caso. Sobre la fría y enorme lápida podía leerse con absoluta claridad: "Aquí descansan los restos de Adolf Hittler. Fallecido el 26 de octubre de 1892 a la edad de 60 años. Rueguen por su alma”. El hombre dudó por unos instantes y hasta llegó a creer que podría tratarse de una "broma de mal gusto", pero de inmediato cayó en la cuenta de que no se trataba de eso, sino que realmente allí estaba enterrado un tal Adolf Hittler (escrito con doble "t")...
La "solución" que encontraron las autoridades del campo santo y quienes cuidaban aquel cementerio judío en medio de la línea de fuego fue la de dañar lo suficiente la lápida como para que ya no se pudiera leer el nombre de aquel hombre casi desconocido que había tenido el "triste honor" de compartir nombre y apellido con uno de los personajes más repulsivos, sanguinarios y crueles de la historia de la humanidad. La lápida fue prácticamente destruída y para cuando el final de la guerra dio algo de respiro a la población rumana, ya casi nadie se acordaba de la infausta tumba con "aquel otro" Adolf Hittler enterrado.
El pobre hombre que se encuentra enterrado en la tumba del cementerio judío Filantropía de Bucarest era en realidad un fabricante de sombreros, un judío rumano que tenía su taller y un pequeño negocio de venta de sombreros ubicado sobre la calle Real de la ciudad rumana de Bucarest. Unos datos más nos permiten dar algo más de luz sobre su nombre y apellido: a finales del siglo XIX el nombre Adolf (de clara consonancia germana) era muy común y muy difundido entre los judíos y también era muy común que los apellidos se relacionaran directamente con la profesión que ejercían. En el caso del "otro" Adolf Hilter, el enterrado en Bucarest, se cree que su apellido real era Hütler, que en realidad significa en alemán "fabricante de sombreros". Lo más probable es que el artesano que se encargó del tallado de la lápida haya cometido un error y finalmente en la piedra haya dejado registrado el célebre apellido Hittler.
La dictadura comunista en Rumania mantuvo la tumba destruída con la lápida dañada para que no se lea el nombre de Adolf Hittler, pero en 1987 (dos años antes de que el dictador rumano Nicolae Ceausescu fuera derrocado) finalmente la dañada tumba fue reconstruída respondiendo a la iniciativa el Rabino Moses Rozen. El ingeniero judío a cargo de la justiciera reconstrucción de la lápida fue Iosif Cotnareanu, quien pudo darle forma a su trabajo respetando el epitafio original, al cual tuvo acceso a través de viejas fotografías como las aparecidas en algunos periódicos locales. La nueva lápida, sin embargo, no tiene el mismo diseño que la original y fue concebida siguiendo los cánones de los años '80.
Finalmente se había hecho justicia con aquel trabajador judío que no tenía culpa alguna por llevar aquel nefasto nombre. Hoy en día ya nadie lleva flores a su tumba y las únicas personas que se acercan lo hacen por la tremenda curiosidad que genera ver en una lápida el nombre de Adolf Hittler. El sombrerero judío seguramente descansa en paz... el otro, el sanguinario y tirano dictador alemán del Tercer Reich, posiblemente no...

viernes, 7 de junio de 2013

Hitler, hombre del año

Los editores de la famosa revista "Time" le habrán dado las mil y una vueltas al tema y habrán esgrimido tantísimas excusas y explicaciones allá por el lejano 1938, pero lo cierto y concreto es que decidieron nombrar como "Hombre del año" al mismísimo Adolf Hitler en la edición publicada el 2 de enero de 1939. Si bien no han sido pocos los que argumentaron que quien figuraba en la portada de la revista "no era precisamente el mejor hombre o el más bueno", resulta por lo menos chocante el resultado de la elección de este infame personaje.
Los hechos inmediatamente posteriores a la publicación de esta portada indicaron a las claras lo erróneo que ha sido destacar a un ser tan nefasto como Hitler y, según parece, los (ir)responsables de la edición "tuvieron el buen tino" (bien entre comillado...) de no incluír una foto del dictador sino una imagen truculenta de un organista (con toda seguridad Adolf Hitler) ejecutando "El himno del odio" en una Catedral profanada mientras varias víctimas mortales cuelgan de una rueda de Santa Catalina y son observadas por jerarcas nazis.
La ilustración fue realizada por el Barón Rudolph Charles von Ripper, un católico alemán que había huído de la Alemania nazi poco tiempo antes.

La publicación podía comprarse por unos 50 centavos y el mundo, de este modo, podía leer una crónica que trataba de explicar lo inexplicable... 

martes, 4 de junio de 2013

El Hitler que murió en Berlín

Ferdinand Beisel era un hombre común, un alemán que, como tantos otros, veía con absoluta "normalidad" ser parte activa de las SS. Una tarde Beisel repitió el viejo ritual de ir a una cervecería con un grupo de amigos de toda la vida, esa misma vida que estaba por experimentar un giro absolutamente inesperado en cuestión de minutos. A Ferdinand Beisel se le ocurrió la "felíz idea" de imitar a Adolf Hitler a raíz de su enorme parecido con el Führer. El hecho hubiese pasado totalmente inadvertido de no ser por un pequeño detalle: unos jerarcas de la Gestapo estaban presentes en el lugar y no dudaron ni un instante en detener a Beisel por, según ellos, mofarse del conductor de Alemania. Beisel fue detenido pero fueron las mismas personas que lo llevaron a prisión quienes vieron algo positivo en aquel asombroso parecido con el Führer. En los días finales de la Segunda Guerra Mundial no estaba demás cubrirle las espaldas a Hitler y "mandar al frente" a un socias o doble. 


Cuando Ferdinand Beisel fue presentado a Martin Bormann, vice Führer, ya tenía asignada una nueva tarea en el alicaído Tercer Reich: a partir de ese momento era uno de los dobles de Adolf Hitler.
Con el paso del tiempo Beisel estuvo muy atareado, sobre todo cuando el ejército rojo comenzó a cercar Berlín y cuando el final resultaba ya inexorable e irreversible. El interior del bunker de Hitler en Berlín era un hervidero. Reuniones secretas, gritos desesperados, intentos de suicidio y escape. Suicidios concretados, promesas de lealtad eterna, apretones de mano y la idea que flotaba en el aire del viciado espacio subterráneo: Hitler ya no estaba allí. Con el paso de los días los contactos visuales con el Führer se fueron espaciando hasta casi desaparecer de toda posibilidad e incluso los últimos colaboradores en recibir el saludo del líder alemán sostuvieron que en realidad su aspecto era diferente al habitual y que ni siquiera pronunció palabra al despedirse de ellos con un apretón de manos.
El entorno de Hitler (ya en viaje hacia Sudamérica) se encargó de "organizar" una última sesión de fotos del "Führer" observando los destrozos iniciales en la Cancillería del Tercer Reich. En las imágenes (las dos primeras de este post) se observa al supuesto Hitler que en realidad no es tal. El de las imágenes finales en la Cancillería es ni más ni menos que Ferdinand Beisel, el infortunado imitador de Hitler que cambió su destino para siempre aquella tarde en una cervecería al imitar al Führer.
Luego, lo conocido: el "suicidio" de Hitler en el bunker. Su cuerpo retirado de incógnito al patio de la Cancillería junto al de su esposa Eva Braun, la supuesta incineración y... la aparición de un cadáver que los rusos tomaron como el de Hitler (ver tercera foto). Hitler ya no estaba allí. El Führer alemán estaba seguramente embarcado en un submarino Tipo XXI surcando las aguas del Atlántico hacia un paraje lejano del sur argentino. El que había muerto era el pobre de Beisel.

lunes, 3 de junio de 2013

Suicidio de Hitler

Al amanecer del 30 de abril de 1945, Hitler pidió reunir a todo el cuerpo médico y se despidió de él, ante la estupefacción y sollozos de los presentes. Recibió a Albert Speer, su ministro de armamento, quien le confesó varios desacatos respecto a sus instrucciones sobre volar fábricas y ciudades; Hitler lo despidió fríamente. Según Junge, Hitler quedó contemplando pensativo un cuadro del Federico el Grande en su despacho y luego a continuación ordenó que el personal que no fuese indispensable abandonara el Búnker. Hizo llamar a Otto Günsche y a Heinz Linge, sus ayudantes, y les dio estrictas instrucciones de cómo debían actuar en el momento del suicidio y qué hacer con su cuerpo y el de Eva Braun. Günsche inició los preparativos y llamó a Erich Kempka, el chófer de Hitler, para que de inmediato subiera bidones de gasolina hacía la salida del jardín de la cancillería.
Hacia el mediodía, se reunió con sus secretarias y almorzó silenciosamente una comida basada en pastas; luego se despidió de cada una de ellas regalándole una cápsula de cianuro. Posteriormente se despidió de la familia Goebbels, sin hacer caso a las peticiones de Magda Goebbels de no cometer suicidio.
Hacia las 15:30 horas, Hitler y Eva Braun se reunieron frente a la sala de mapas contigua al despacho privado y se despidieron de sus edecanes, Heinz Linge y Otto Günsche, quienes cerraron la puerta; un par de minutos después se escuchó un solo disparo ahogado.
Los edecanes esperaron unos 15 minutos y encontraron a Hitler doblado sobre si mismo en un sillón exhibiendo una mueca deformada en su boca, con una pistola Walther PPK de 7,65 mm caída de su mano derecha y con un hilo de sangre manchando la cara del líder. Eva Braun no alcanzó a percutir su arma y estaba tendida a lo largo del diván con los ojos aún abiertos; el efecto del cianuro no le permitió el uso del arma