Ferdinand Beisel era un hombre común, un alemán que, como tantos otros,
veía con absoluta "normalidad" ser parte activa de las SS. Una tarde
Beisel repitió el viejo ritual de ir a una cervecería con un grupo de
amigos de toda la vida, esa misma vida que estaba por experimentar un
giro absolutamente inesperado en cuestión de minutos. A Ferdinand Beisel
se le ocurrió la "felíz idea" de imitar a Adolf Hitler a raíz de su
enorme parecido con el Führer. El hecho hubiese pasado totalmente
inadvertido de no ser por un pequeño detalle: unos jerarcas de la
Gestapo estaban presentes en el lugar y no dudaron ni un instante en
detener a Beisel por, según ellos, mofarse del conductor de Alemania.
Beisel fue detenido pero fueron las mismas personas que lo llevaron a
prisión quienes vieron algo positivo en aquel asombroso parecido con el
Führer. En los días finales de la Segunda Guerra Mundial no estaba demás
cubrirle las espaldas a Hitler y "mandar al frente" a un socias o
doble.
Cuando Ferdinand Beisel fue presentado a Martin Bormann, vice Führer, ya
tenía asignada una nueva tarea en el alicaído Tercer Reich: a partir de
ese momento era uno de los dobles de Adolf Hitler.
Con el paso del tiempo Beisel estuvo muy atareado, sobre todo cuando el
ejército rojo comenzó a cercar Berlín y cuando el final resultaba ya
inexorable e irreversible. El interior del bunker de Hitler en Berlín
era un hervidero. Reuniones secretas, gritos desesperados, intentos de
suicidio y escape. Suicidios concretados, promesas de lealtad eterna,
apretones de mano y la idea que flotaba en el aire del viciado espacio
subterráneo: Hitler ya no estaba allí. Con el paso de los días los
contactos visuales con el Führer se fueron espaciando hasta casi
desaparecer de toda posibilidad e incluso los últimos colaboradores en
recibir el saludo del líder alemán sostuvieron que en realidad su
aspecto era diferente al habitual y que ni siquiera pronunció palabra al
despedirse de ellos con un apretón de manos.
El entorno de Hitler (ya en viaje hacia Sudamérica) se encargó de
"organizar" una última sesión de fotos del "Führer" observando los
destrozos iniciales en la Cancillería del Tercer Reich. En las imágenes
(las dos primeras de este post) se observa al supuesto Hitler que en
realidad no es tal. El de las imágenes finales en la Cancillería es ni
más ni menos que Ferdinand Beisel, el infortunado imitador de Hitler que
cambió su destino para siempre aquella tarde en una cervecería al
imitar al Führer.
Luego, lo conocido: el "suicidio" de Hitler en el bunker. Su cuerpo
retirado de incógnito al patio de la Cancillería junto al de su esposa
Eva Braun, la supuesta incineración y... la aparición de un cadáver que
los rusos tomaron como el de Hitler (ver tercera foto). Hitler ya no
estaba allí. El Führer alemán estaba seguramente embarcado en un
submarino Tipo XXI surcando las aguas del Atlántico hacia un paraje
lejano del sur argentino. El que había muerto era el pobre de Beisel.